Perder a Mamá es como perder el idioma del alma. Nadie vuelve a nombrarte igual, nadie vuelve a mirarte con esa mezcla de amor, fe y ternura. Su ausencia duele en lo cotidiano, en los silencios, en los “mamá” que ya no tienen eco. Pero en el fondo, ella nunca se va… vive en cada gesto de amor que nos dejó.